En enero de 1954, un niño de once años asistía a una inauguración: la del telesquí de la Cerra, con la que comenzaba toda una historia del deporte blanco en Asturias, con el inicio de la estación de Valgrande-Pajares. Ese niño estaba ayer a pie de pista, ya que ahora gestiona la escuela para quienes se adentran en el esquí. Ángel González de Lena va a cumplir 71 años y recuerda cómo eran esos comienzos.
«De aquella, no teníamos la peseta para comprar el tiquet, así que subíamos un poco y esperábamos a que alguien se cayese para poder coger el telesquí. ¡Hasta teníamos organizados los turnos!».
Esa instalación fue el fruto del entusiasmo por este deporte, que ya había comenzado a finales del siglo XIX y principios del XX. Un nombre propio fue también clave para el desarrollo de esta disciplina en la región: Jesús Suárez-Valgrande y su familia abrieron en los años veinte el primer hotel y, con la llegada del ferrocarril a Busdongo, la afición fue creciendo. Eugenio Soto, que ahora tiene 66 años y que empezó de crío con los esquís, cuenta haciendo memoria que «Llegar a las pistas era toda una odisea. Nos bajábamos en la estación del tren y teníamos que subir andando. En ocasiones, había gente que subía en coche desde Oviedo y nos recogían» Fue concretamente el 17 de enero cuando se inauguró ese primer remonte. Supuso una inversión de más de 316.000 pesetas para la Sociedad La Cerra y se financió con bonos de 500 pesetas, el sueldo mensual de un médico o de un abogado. El salario mínimo interprofesional era de 36 pesetas.Este equipamiento estaba junto al parador y pronto se quedó pequeño. «Luego llegó La Picarota, en 1964, y con posterioridad, El Brañillín», recuerda González de Lena, profesor de profesores de esquí. En aquella época -en los años sesenta- fue cuando nació la estación de San Isidro. En principio, León quería financiar la ampliación de Pajares, pero Jesús Valgrande, que era delegado de Deportes, rechazó la aportación de la diputación, que era de diez millones de pesetas, y se destinó a la creación de unas instalaciones propias en la provincia vecina.
La actual configuración
En 1969 se abrió la carretera a El Brañillín, y entraron en funcionamiento el telesilla del Cuitu Negro, y los telesquís de la Hoya y Valle del Sol. Fue el ‘boom’ del deporte blanco y también cuando se empezaron a construir los albergues, como el universitario o del Club Peñaubiña. En 1984 se creó la gran pista de competición, El Tubo, y se inauguraron nuevos telesillas, como Les Patines, recuerda González de Lena, muy implicado con el aspecto competitivo.«En 1991 se inauguraba el cuatriplaza de El Brañillín, y ahí sigue en funcionamiento», añade Soto. Supuso una inversión de 200 millones de pesetas que sufragó el Principado. Después, apenas hubo más cambios hasta finales de los años noventa. Fue entonces cuando se analizó la realidad de las instalaciones y se afrontó una actuación por fases. La principal fue la dotación de un moderno sistema de producción de nieve, así como la instalación de un telesilla cuatriplaza en el Valle del Sol.
Ahora se mira también al futuro de la estación. Quien ha conocido toda su evolución en primera persona, González de Lena, afirma que todavía hay margen para nuevas ampliaciones, y lo más importante: dice que ve «voluntad en los actuales responsables del Principado. Pero, bueno, ahora estamos en crisis y no hay dinero para todo». Eugenio Soto, que regenta el alquiler de material en la estación, considera también que es necesaria la renovación
de los remontes. «Los telesillas son ya un poco lentos. Si se mejoran, se aumentaría el número de usuarios que se podrían desplazar», afirma.Son 60 años -en enero-, pero parece que la estación aún es joven para acometer nuevas iniciativas como las de los pioneros que vieron en Pajares su sitio para practicar el deporte del esquí.
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